jueves, 2 de septiembre de 2010

Somos lo que comemos

Nunca fui de paladar elegante ni mucho menos… no me gusta el salmón, el caviar, la langosta ni ninguno de esos bichos que viven en el agua y que come la gente paqueta. A mí con un bife con ensalada o unas milanesas a la napolitana me dejas contenta… pero esto de vivir a sandwichitos de salame como la gente pobre, que querés que te diga… no me gusta nada.
El problema de mi precaria alimentación radica no sólo en mi excesiva flojera gastronómica, sino también a que estoy parando en una residencia sin cocina, y de horno ni hablar… El lugar es cómodo, un poco lejos del centro, pero para mí está bien,  aunque mi estómago no opina lo mismo.
Qué equivocada que estaba el día que entré al super por primera vez y me sentí como un masoquista árabe con sus 12 vírgenes. Acá podes llenar la heladera con las cosas que realmente te gustan, pensé:  Cocacola, jamón crudo, nutella, salamín, Zucaritas (pero zucaristas posta, no esas pseudo imitaciones que te quiebran los dientes) y la lista siga… todo por 10 euros. Pero de comida de verdad, sin cocina, Nada
Cerca hay un burger King (el cual para mi es el hermano discapacitado de McDonalds) pero seguimos en lo mismo. Y no voy a ser la típica argentina pelotuda que donaría el útero por un buen asado, yo me conformo con algo simple, caliente… que se coma en un plato y con cubiertos. 

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