jueves, 23 de diciembre de 2010

Tres Argentos perdidos en Londres

Era el último día en Londres, última oportunidad para ver el famoso cambio de guardia, el London bridge  y para comprar los tan anhelados souvenirs pasados por alto los días anteriores.
Hicimos todo eso rápidamente, el vuelo a la madre patria nos esperaba con “rigurosa” puntualidad inglesa a las 19:00 hs, la puerta de embarque cerraba a las 18:30 y los fondos no alcanzaban para pasar un día más, en la que es para mí, la ciudad más evolucionada de Europa (claro que todavía me falta conocer Berlín)
Tipo 15:40, en el típico underground londinense decidimos con Victoria y Raul  encontrarnos en un “supuesto” Starbucks, de la estación Liverpool St. (digo supuesto ya que nunca antes ninguno de nosotros había estado en esa estación, por lo tanto no sabíamos si había uno… pero ¡vamos hombre!, si es la estación más grande de Londres TIENE QUE TENER UN STARBUKS!!)
Llego a la estación antes dicha a las 16:10 de la tarde, había un Starbucks, pero no había nadie allí esperando, lo que me sorprendió dado que ellos deberían haber llegado antes, así que empiezo a mandar mensajes de texto a diestro y siniestro, como si el crédito fuera una sustancia infinita e inagotable.
Uno de esos mensajes, lamentablemente, tiene respuesta: “Yo estoy en plataforma A5 y A2 y Vito está en Mc Donalds” La pucha pienso… Donde estarán esas plataformas… bueno a Mc Donalds lo veo desde acá… y parto hacia la casa del payasito Ronald con mi valijita a cuestas…
Luego de un tiempo allí, mi celular entro en un apocalipsis de vibración y sonido… llamadas mensajes, y más llamadas… atendía y no escuchaba nada… atendía de nuevo y lo mismo… hasta que finalmente leo un mensaje que me hizo sentir como si un terrorista se me hubiese metido por el colon y hecho volar parte de mi estómago: “Salio el bus, te busque en Starbucks y no estabas tomate el de las 5 que seguro llegas”
Mi cabeza empesó a funcionar a mil revoluciones, respondí ese mensaje de forma automática “Ustedes tienen mi pasaje y toda mi plata… no tengo como ir…”… abrí mi billetera para cerciorarme de lo que ya era seguro y sólo encontré “$20 Marroquíes” que había cambiado para mi tío cuco… (esa fue la última vez que vi mi billetera… y la devaluada moneda africana)
A partir de acá la tragicomedia se divide en tres escenarios:
Escenario #1: Yo
Perdida en la noche en estación de subte, trenes y colectivos más grande de Londres, sin una libra partida por la mitad, y sin donde caer muerta… corriendo como una demente de punta a punta sin saber adonde ir, sin saber donde iba a dormir esa noche, sin batería en el celular donde tenía los números importantes… sin mi billetera, sin mis pesos marroquíes sin nada!!!
Fueron como 10 minutos que parecieron horas… hasta que se me ocurrió apelar a la caridad de la gente e intentar desmitificar el supuesto que los ingleses tienen el corazón más frío que la Antártida.
Así que con la mayor “dignidad” que logré reunir me senté en el centro de la estación y comencé a llorar a pulmón abierto, con algunos espasmos esporádicos, que ni yo se donde terminaba la actuación y comenzaba la desesperación real…
Hasta que un chico, de unos 28 años más o menos, no sé si por lástima, o porque quería que mi grotesco comportamiento desapareciera se ofreció a pagarme el pasaje (20 libras, $120) no le pregunte ni el nombre, pero le agradecí mil veces y me tomé el tren de las 17:10 directo al aeropuerto de Stanced…
Escenario #2: Victoria
Sentada cómodamente en uno de los asientos del colectivo que la llevaría puntualmente al aeropuerto recibe mi mensaje y la desesperación la invade de forma automática, salta de su butaca y corre hasta el chofer del bus, que en palabras de ella… “era medio lelo” le pide que la deje en la estación de subte más cercana, a lo que el chofer asiente… 10 minutos después le comunica que no hay ninguna estación por ahí, a lo que Victoria de mal humor y ya casi gritando le exige que le abra la puerta YA.
Se baja en los suburbios londinenses, en una calle oscura y casi desierta, donde pasaba un taxi cada 5 sulquis, hasta que por fin… allá a lo lejos, vislumbra uno, al que le hace más señas que Tom Hanks al barco que le salvó la vida en Naufrago.
Mientras atormentaba al pobre tachero con la historia, y casi llegando a la bendita Liverpool St. Le llega un mensaje mío que decía que un noble señorito ingles me había pagado el tren y que ya estaba saliendo para el aeropuerto.
Ahora le tocaba a ella sentir la desesperación de perder el vuelo, a la que se le sumaba un detalle no menor, su pasaporte y pasaje estaban en su maleta muy bien acomodada en el autobús que estaba llevando a su novio al aeropuerto.
El próximo tren, el que finalmente tomaría, la dejaría 10 minutos después de que cerraran la puerta de embarque del vuelo.
Escenario #3: Raúl
Llega al aeropuerto con todo el tiempo del mundo, aunque más cargado de lo normal, ya que llevaba casigo no sólo su inmaculada samsonite, sino también la maleta de su novia.
Como el vuelo era por una aerolínea de bajo costo, sólo podía llevar un bulto, así que lo que primero se le ocurre es despachar la roja maleta de Victoria (con pasaporte y pasaje adentro) gracias a dios y a la virgen los gatos de ryanair son tan ratas que no lo dejaron despacharla ya que debía para eso realizar el check in nuevamente, debido a que en el primero el declaraba no llevar equipaje extra.
Raúl, con su escaso inglés iba de un lado para el otro con las dos valijas sin saber que hacer, sólo podía armar frases sueltas y un tanto incoherentes, del tipo “my girfriend luggage, keep then” a lo que si con suerte los ingleses le entendían, el nunca captaría la respuesta… fueron como 20 minutos de ir y venir como un desaforado por todo el aeropuerto, hasta que aparecieron unos catalanes que advirtieron su desesperación y le indicaron que hacer con la maleta extra.
Yo no se bien que fue, pero me parece que Dios, Javé, Alá, Buda y el Dalai, se pusieron de acuerdo e hicieron fuerzas para que el vuelo se retrase unos 40 minutos y podamos tomarlo sin mayores contratiempos.
Ya en Madrid, en el metro Barajas – y el hotel Emperador  4 estrellas en la gran Vía (en el que nos colamos para dormir… lo cual ya es otra historia) Raúl dijo: No puedo creer que estemos los tres acá.
    
PD: La historia tiene un poco más de complicación cuando llegamos Victoria y yo al aeropuerto y yo por mi parte no sabía donde estaba el novio para advertirle que la maleta contenía el pasaporte de Vic, y la sorpresa que me llevé al ver que el aeropuerto era más grande de lo que me imaginaba y no saber donde mier.. tenía que hacer el control de Visa (lo que fueron unos 15 minutos dando vueltas de aquí para allá). Victoria por su parte cuando llego también le costó trabajo reunirse con sus papeles!!!

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